La pandemia por covid-19, que irrumpió a principios de 2020, impuso la necesidad de sostener un prolongado aislamiento social preventivo y obligatorio. La imposibilidad de reunirse obligó a redefinir los modos de sostener las relaciones sociales con base en las nuevas mediaciones. La tecnología se volvió entonces imprescindible incluso en ámbitos donde la presencialidad era considerada un valor. En este sentido, la educación superior es un caso paradigmático. Las instituciones educativas y los docentes se vieron profundamente interpelados por esta realidad mientras que buscaban la manera de garantizar la continuidad de la enseñanza. Se activaron entonces distintos dispositivos de Enseñanza Remota de Emergencia.

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Resulta imperioso ofrecer lineamientos, recomendaciones generales y técnicas sobre evaluación de los aprendizajes de los estudiantes, cómo pensarla, cómo articularla con la enseñanza y cómo concretarla en instrumentos y herramientas que sirvan a la vez para informarles a alumnos y docentes sobre su progreso en la construcción del conocimiento. Con esa preocupación en mente, se diseñó y desarrolló un taller de evaluación para acompañar el diseño de instrumentos de evaluación adecuados y pertinentes a las cátedras y contenidos de la Unidad académica.

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A mediados de la década de 1990 los docentes de todos los niveles y en todo el mundo reflexionábamos sobre los cuatro pilares básicos que entrañaría la formación del nuevo ciudadano, del ´ciudadano para el siglo XXI´: saber ´saber´, es decir saber aprender; saber ´hacer´ con los conocimientos y estrategias adquiridos; y en tanto dimensión actitudinal, saber ´ser´, y saber ser ´junto a otros, con otros¨, esto es, saber convivir con y en la diversidad. Fueron los retos planteados en el reporte de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, de la UNESCO, La educación encierra un tesoro, más conocido como Informe Jacques Delors, debido a que fue él quien dirigió los equipos de trabajo.

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El mundo entero afronta nuevos desafíos ante la aparición del SARS-Cov-2. Rutinas, costumbres, se han visto modificadas. ¿Qué sucede en cuanto a los narcotraficantes, dealers y consumidores? Un especialista de la Facultad de Farmacia y Bioquímica opina acerca de estos temas y de la automedicación. Compartimos esta nota el 26 de junio, fecha elegida por la Asamblea General de Naciones Unidas para celebrar el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas.

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Vivimos en un mundo lleno de datos y cuando están debidamente organizados, analizados e interpretados, esos datos son una herramienta poderosa que está produciendo grandes avances en diferentes disciplinas, incluyendo la salud pública.

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La tecnología está impactando en el mundo de la medicina y viene de la mano de datos sobre el estado de la salud de las personas que pueden ser tomados de la vida cotidiana y hasta enviados en tiempo real para ser integrados con otros millones de datos.

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La Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) ha estimado  que en sus 23 países miembros unos 14 millones de niños y niñas de nivel preescolar han visto interrumpidas las clases, 46 millones en educación primaria, 44 millones en secundaria y más de 18 millones en la educación universitaria. Esto es, más de 122 millones de estudiantes en Iberoamérica han sufrido, y están sufriendo, los embates de la pandemia ocasionada por el SARS-CoV-2. Un gran interrogante es si las instituciones educativas están preparadas para afrontar las crisis generadas ante situaciones como la que vino a provocar la COVID–19. 

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Las instituciones educativas enfrentan tensiones organizativas en tanto buscan garantizar el cumplimiento de su rol social, en un contexto donde hasta ahora habían predominado los dispositivos de enseñanza presenciales por sobre las propuestas que incluyen tecnologías. Se hacen, así, visibles las necesidades de actualización y perfeccionamiento de los docentes, donde el uso de programas o recursos informáticos, resulta necesario, pero no suficiente, para el diseño de secuencias didácticas para la enseñanza telemática.

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La educación científica a distancia en el nivel superior debe romper la lógica del reservorio para comenzar a pensar en actividades potentes. Es decir, ofrecer actividades que comprometan al estudiante con el hacer y el hacer con otro. Es imprescindible proponer alternativas para el trabajo de los docentes durante la emergencia sanitaria y el distanciamiento social. Pero, además, dejar sentadas las bases para una profunda revisión sobre la educación científica mediada por tecnología, que excede los límites de esta pandemia.

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