BAJANTE DEL RÍO PARANÁ: DE LA PREOCUPACIÓN A LA ALARMA

El río Paraná registra la bajante más importante de los últimos 50 años y toda la cuenca atraviesa una sequía sin precedentes. Las particularidades climáticas actuales y las actividades humanas desreguladas se combinan en un pronóstico alarmante para toda la región. Las consecuencias socioeconómicas y ambientales, más temprano que tarde, impactarán en nuestra vida cotidiana.

 

El Río Paraná es el segundo río más largo de Sudamérica, con una cuenca muy extensa que sufre modificaciones en función de los periodos secos y húmedos naturales. El déficit de precipitaciones registrado en el sur de Brasil y Paraguay repercuten directamente sobre la altura del río en nuestro país, que actualmente registra la bajante más marcada de los últimos 50 años.

La situación del Río Paraná desde la provincia de Misiones hasta el Rio de la Plata, está agravada en comparación con el año pasado y el pronóstico a futuro es desalentador. La altura del río sigue manteniéndose lejos de los niveles normales para la primavera y se registran sequías de grandes extensiones de humedales y lagunas que están poniendo en serio riesgo las economías ribereñas, la biodiversidad y la navegación fluvial.

Tanto las previsiones climáticas a mediano plazo como las estimaciones del Instituto Nacional del Agua indican que la bajante del Paraná se va a prolongar durante el verano 21/22, esto quiere decir que el nivel del río seguirá disminuyendo durante la primavera y el inicio del verano debido al déficit de precipitación que se prevé para los próximos meses.

 

Causas del fenómeno que preocupa a toda la región

La principal causa de la disminución en las precipitaciones y la sequía que atraviesa la cuenca del Paraná es el componente climático. Existe un ciclo natural periódico que genera un patrón denominado ENSO (por sus siglas en inglés El Niño- Southern Oscillation). Este ciclo surge de la interacción entre el océano y la atmósfera, se repite cada 3 a 7 años y se caracteriza por variaciones de la temperatura de la superficie oceánica de 1°C a 3°C en la región del Océano Pacífico tropical, que afecta directamente la distribución de las precipitaciones en las regiones tropicales y subtropicales e influye sobre el clima en otras regiones del mundo.

 En este patrón climático podemos identificar el fenómeno de “El Niño”, con temperaturas de la superficie oceánica superiores a las normales, el fenómeno de “La Niña”, asociado a la disminución de la temperatura de la superficie oceánica y fases intermedias neutrales. Estos cambios de temperatura oceánica desencadenan cambios en la circulación general de la atmósfera a nivel global.

Durante los eventos de La Niña, las precipitaciones aumentan en el Pacífico ecuatorial occidental, Filipinas e Indonesia y tienden a ser muy escasas en el Pacífico ecuatorial oriental, desde Ecuador hasta México, lo que determina condiciones más secas de lo normal a lo largo de la costa de Ecuador, el noroeste de Perú y el este de África ecuatorial en el periodo diciembre-febrero, y sobre el sur de Brasil y el centro este de Argentina en el periodo junio-agosto.

El fenómeno de “La Niña” que se inició en 2020 está produciendo un déficit de precipitación sobre el centro y el este de Argentina, Uruguay, sur de Brasil y Paraguay que provoca sequías extraordinarias sobre algunas regiones de nuestro país y mantiene el nivel de altura de los ríos (entre ellos, el Paraná) por debajo de sus valores normales.

La actividad humana aporta un componente adicional a esta problemática. El proceso de deforestación que se intensifica por los desmontes para la expansión de monocultivos, la fabricación de biocombustible o la ganadería en la selva amazónica brasileña y en el Gran Chaco, repercuten sobre el ciclo hidrológico de toda la región y agravan la duración, la frecuencia y la intensidad de los ciclos naturales de sequía.

 

Una señal de alerta para toda la cuenca

La bajante prolongada del Río Paraná produce una disminución en los niveles de infiltración y retención de agua del suelo que está afectando muy seriamente la zona de humedales, refugio de numerosas especies. La flora y fauna de los humedales también se ven afectadas por los continuos focos de incendio, en su mayoría intencionales, que impactan en todo el ecosistema de la zona y afectan la calidad del aire por la liberación de dióxido de carbono y cenizas.

La producción agrícola y ganadera de los campos aledaños al Río Paraná también está siendo afectada por la sequía prolongada, tanto a nivel de las economías locales como a nivel del sistema agroexportador que muestra pérdidas millonarias. Incluso desde hace varios meses la capacidad máxima de carga de los grandes barcos en los puertos santafesinos se ha visto reducida un 10% debido al descenso de la profundidad del río Paraná que afecta la navegabilidad, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario.

Los embalses construidos en la cuenca del río Paraná en territorio brasileño, tuvieron un almacenamiento de agua muy por debajo de lo normal durante el invierno 2021, lo que disminuyo en un 50% la generación de energía hidroeléctrica. Un fenómeno similar ocurre en la represa de Salto Grande, ubicada sobre el río Uruguay.

 

Los cambios en la forma de estudiar el clima con la nueva tecnología satelital

Desde una órbita espacial, los satélites son una de las herramientas más poderosas con la que contamos para estudiar todos los fenómenos que afectan el clima, los océanos, la atmósfera y suelo del planeta. Hoy en día, esta información es muy relevante para los pronósticos meteorológicos, para el seguimiento y evolución de la vegetación, para el control de la desforestación, la medición de la altura del nivel del mar, la actividad volcánica, y el control de gases con efecto invernadero. Toda la cobertura de satélites de observación que orbitan alrededor de la Tierra permite recopilar información valiosa para diseñar políticas globales que hagan frente al cambio climático.

En nuestro país, estamos observando un cambio en las precipitaciones extremas y una tendencia al aumento de la temperatura que repercuten en los pronósticos a corto, mediano y largo plazo. Los fenómenos meteorológicos severos, como las olas de calor, las sequías o las inundaciones, son más frecuentes y de mayor magnitud y representan un nuevo contexto que vino para quedarse con el cambio climático.

 

Fernando Confessore. Técnico en Meteorología graduado en la Universidad de Buenos Aires, especializado en información satelital de uso meteorológico y meteorología aeronáutica.

 

Categoria: 
Actualidad
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