En el Día Mundial de la Salud Mental, 10 de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) pone el foco en las emergencias humanitarias y recuerda que la carga global de trastornos mentales exige respuestas inmediatas. Juan Ignacio Ingelmo, jefe de Interconsulta en Salud Mental del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires, advierte sobre el impacto de las crisis económicas prolongadas y reclama medidas estructurales y comunitarias para proteger el bienestar colectivo.
“Las crisis sostenidas aumentan el estrés crónico, la inseguridad y la sensación de falta de control”, afirma Ingelmo. En su experiencia clínica, esos factores se traducen en más síntomas de ansiedad y depresión, consumo problemático de sustancias y mayor conflictividad en los hogares. “Cuando sube la desocupación o la precariedad, aumentan síntomas de ansiedad y depresión, y empeoran marcadores de malestar psicológico”, agrega, y remarca la relación entre empleo y salud mental.
Cuando sube la desocupación o la precariedad, aumentan síntomas de ansiedad y depresión, y empeoran marcadores de malestar psicológico.
Ingelmo identifica a los sectores que suelen perder estabilidad primero: “personas desempleadas o subempleadas; hogares con niñas, niños; jóvenes que ingresan al mercado laboral; mujeres; y quienes ya vivían en pobreza”. Explica que la recuperación parcial de indicadores macroeconómicos no borra el daño acumulado: millones siguen en situación de vulnerabilidad y eso mantiene la demanda de servicios de salud mental.
La presión sobre los dispositivos públicos se vuelve crítica en oleadas de demanda.
“Solo una de cada cinco personas con trastornos recibe tratamiento en América”, subraya. Describe obstáculos concretos: “adherencia: dificultades para sostener psicoterapia y medicación por costos, tiempos y traslados”; “continuidad de cuidados: coordinar el alta hospitalaria, atención comunitaria y rehabilitación exige recursos estables”. Añade que la presión sobre los dispositivos públicos se vuelve crítica en oleadas de demanda y que los modelos de atención integrados requieren financiamiento sostenido para ser efectivos.
La familia como amortiguador
“La familia es un amortiguador clave: ofrece apoyo emocional, organización de rutinas y redes de cuidado”, explica Ingelmo. Para el especialista, mantener hábitos protectores (sueño, alimentación, actividad física) distribuir tareas de cuidado y hablar de las preocupaciones financieras sin culpabilizar reduce la carga emocional. Insiste en que la búsqueda temprana de ayuda disminuye el riesgo de crisis más severas.
La familia es un amortiguador clave: ofrece apoyo emocional, organización de rutinas y redes de cuidado.
Ingelmo propone acciones accesibles: “rutina y autocuidado; movimiento: caminar es accesible y protector; vínculos: sostener contacto con pares, familia y comunidad; finanzas claras: plan básico de gastos/ingresos”. Subraya la utilidad práctica de caminar regularmente y de priorizar el contacto social como factores que amortiguan el malestar. Recomienda simplificar esquemas farmacológicos cuando la polifarmacia dificulta la adherencia y maximizar el uso de recursos públicos y gratuitos.
Políticas públicas prioritarias
El especialista plantea medidas de largo alcance: financiamiento sostenido para salud mental; expansión de la atención comunitaria en centros de atención primaria y urgencias; políticas activas de empleo y reducción de la informalidad; líneas de ayuda 24/7 con derivación efectiva; sistemas de información que integren salud mental, empleo y pobreza; y campañas antiestigma y de capacitación en escuelas y lugares de trabajo. “Modelos de continuidad de cuidados mejoran resultados pero requieren inversión”, sintetiza.
Datos globales que refuerzan la urgencia
Los datos recientes de la OMS muestran la magnitud del desafío: más de mil millones de personas conviven con trastornos mentales en el mundo, con ansiedad y depresión entre los más frecuentes, lo que exige ampliar servicios y financiamiento. El Mental Health Atlas 2024 aporta evidencia sobre la escasa progresión en inversión y cobertura de servicios en muchos países. Además, los informes de la OMS subrayan que el gasto público destinado a salud mental sigue siendo bajo en términos relativos, y que la falta de profesionales y recursos crea brechas importantes entre la necesidad y la atención disponible.
Un llamado a la acción
Ingelmo enfatiza: “No podemos esperar a que el malestar se agrave para actuar”, la urgencia requiere que instituciones, sindicatos, organizaciones sociales y ciudadanía articulen respuestas concretas: más inversión, mejores redes y mayor proximidad en la atención
“El desempleo y la inestabilidad aumentan síntomas depresivos y ansiosos; el riesgo disminuye cuando se recupera el empleo”, concluye Ingelmo, y recuerda que la salud mental está íntimamente ligada a las condiciones sociales y económicas. El 10 de octubre debe ser más que una fecha simbólica: es una llamada a convertir la conciencia en decisiones concretas, inversión sostenida y redes de cuidado que lleguen a quienes más lo necesitan.

Juan Ignacio Ingelmo, médico especialista en Psiquiatría, jefe interino del Departamento de Salud Mental, Hospital de Clínicas «José de San Martín», Universidad de Buenos Aires.
Dónde pedir ayuda
- Línea nacional de orientación en urgencias de salud mental (24/7): 0800-999-0091.
- Prevención del suicidio (CAS): 135 (CABA y GBA), (011) 5275-1135 y 0800-345-1435 (todo el país).
- CABA – Salud Mental Responde (24/7): 0800-333-1665.
- Emergencias: 107/SAME o 911.
- Toda la red de Hospitales Públicos a nivel Municipal y/o Provincial
- Hospitales de Referencia Nacional
- Prestadores de Salud Mental de Obras Sociales y Prepagas