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La historia del cornezuelo de centeno es larga, compleja y fascinante. Los farmacólogos lo consideran “una mina de oro” o “un arcón con tesoros”, debido al gran número de compuestos farmacológicamente activos que contiene. También lo llaman “caja de pandora” debido al efecto catalítico que el descubrimiento de estas sustancias ha tenido sobre el desarrollo de las ciencias médicas en general, la farmacología en particular y la antropología.

EL INQUILINO DEL CULTIVO

Se considera que la agricultura comenzó en la región mesopotámica de Asia Menor, más precisamente en el norte del Irak (8.000 a. C.), donde crecían el trigo y la cebada silvestres, y estos cereales fueron los primeros “domesticados”. Los granos se molían para obtener harina, que podía ser almacenada durante meses sin que se echara a perder y se utilizaba, por ejemplo, para obtener un sabroso y nutritivo pan. El centeno, en un principio, era considerado una maleza que crecía junto a las variedades de cereales domesticados.

Sin embargo, en el 3.000 a. C. se lo empieza a cultivar en el Turquestán y progresivamente se va desplazando por toda Europa. En la Edad Media llega a ser el cereal panificable por excelencia hasta el siglo XIX.

Con humedad y temperaturas cálidas, se producen las condiciones propicias para que hongos filamentosos crezcan sobre los cereales, en especial sobre las semillas almacenadas. Estos hongos producen metabolitos secundarios, como las micotoxinas y los alcaloides, y pueden provocar graves intoxicaciones cuando son ingeridos.

Uno de los más extraños por su biología y su historia es el cornezuelo del centeno. Cornezuelo es el nombre en español de un producto fúngico, el esclerocio de un hongo que los micólogos conocen como Claviceps purpurea (Fr.) Tul. (Clavicipitaceae) (Foto 2). Es un parásito del centeno y de otros cereales como la cebada y el trigo, así como de algunos pastos silvestres. El esclerocio es un cuerpo pardo-violáceo que aparece en las espigas y provoca la hipertrofia del grano del centeno. En inglés, al cornezuelo del centeno se le llama hornedrye, spikedrye, spurredrye, y más comúnmente ergot of rye, que es una traducción del término francés ergot de seigle (en la nomenclatura científica, Secalecornutum).

La palabra ergot aparece definida en el Petit Larousse como “petit ongle pointu derriére le’pied du coq” (“pequeña uña puntiaguda en la parte posterior de la pata del gallo”), pero la procedencia del término francés ergot es incierta. Otras designaciones francesas son blé cornu, seigle ergoté, seigle ivre.  En alemán, hay más variantes que en otras lenguas: Mutterkorn, Rockeiimutter, Afterkorn, Todtenkorn, Tollkorn y muchas más. En el folklore germano existía la creencia de que cuando el cereal ondulaba con el viento, la madre de los granos (un demonio) pasaba por el campo; sus hijos eran los lobos del centeno (el cornezuelo). De acuerdo con nuestro argumento, observamos que dos de los nombres mencionados, seigle ivre (“centeno embriagado”) y Tollkoriz (“grano enloquecido”) dejan ver un conocimiento de los efectos enteogénicos del cornezuelo. Esta conciencia popular de las secuelas del cornezuelo sobre la mente muestra un conocimiento íntimo de sus propiedades, al menos entre los herbolarios, profundamente arraigado en las tradiciones europeas.

EL ERGOTISMO Y SAN ANTONIO

Durante la Edad Media hubo en Europa extrañas epidemias en que millares de personas

perdieron la vida, provocadas por el pan elaborado con centeno contaminado por el cornezuelo. Estas epidemias se presentaban en dos formas: el ergotismus convulsivus, caracterizado por síntomas epileptiformes y convulsiones nerviosas; y el ergotismus gangraenosus, en el que un rasgo dominante eran las manifestaciones gangrenosas que causaban la momificación de las extremidades.

El ergotismo se conocía también como ignis sacer (“fuego sagrado”) o como “fuego de San Antonio”, porque San Antonio era el patrono de una orden religiosa fundada para prestar atención a las víctimas de esa enfermedad. La causa de tales epidemias -pan contaminado con el cornezuelo- se descubrió apenas en el siglo XVII, y a partir de entonces los brotes de envenenamiento por el cornezuelo del centeno han sido sólo esporádicos.

El cornezuelo fue mencionado como un remedio por primera vez en 1582, por el médico alemán Adam Lonitzer, quien informó que las comadronas lo utilizaban para inducir los alumbramientos. La primera comunicación científica sobre las aplicaciones del cornezuelo como un agente uterotónico fue presentada en 1808 por el médico estadounidense John Stearns: Account of thepulvisparturiens. Pero ya en 1824, el doctor David Hosack, también estadounidense, reconoció los peligros de utilizar el cornezuelo para apresurar los partos, y recomendó que la droga fuese empleada solamente para inhibir la hemorragia post partum. De esa fecha en adelante, el cornezuelo ha sido usado en obstetricia, sobre todo con tal propósito.

El último, y más importante capítulo en la historia del cornezuelo, lo examina como una rica fuente de alcaloides con aplicaciones farmacológicas. Más de treinta alcaloides han sido aislados del cornezuelo sobre los cuales se han realizado modificaciones químicas para potenciar o modificar su acción. Por ejemplo, la ergotamina, componente de medicamentos que se utilizan contra la migraña y los trastornos nerviosos.

LA QUÍMICA DEL CORNEZUELO

En 1938, el químico Albert Hofmann de los Laboratorios Sandoz de Basilea (Suiza) logró la síntesis de la ergobasina combinando ácido lisérgico con propanolamina. De esta manera se consiguió una sustancia más activa, que se comercializó con el nombre de Methergin, que se sigue usando en obstetricia. Mediante la misma técnica empleada para sintetizar la ergobasina, Hofmann continuó con la síntesis de derivados del ácido lisérgico. El compuesto número 25 de la serie fue la dietilamida del ácido lisérgico, al que se asignó el nombre de LSD-25 (Figura 1). Durante la misma serie de experimentos en los que sintetizó el LSD-25, obtuvo otros compuestos que fueron utilizados para elaborar medicamentos destinados a mejorar la irrigación periférica del cerebro y como estabilizador de la circulación y la presión sanguínea.

En 1943, Hofmann repitió la síntesis del LSD-25 y descubrió accidentalmente sus propiedades enteógenas, como cuenta el propio Albert Hofmann en su libro sobre el descubrimiento del LSD: “El viernes pasado, 16 de abril de 1943, tuve que interrumpir a media tarde mi trabajo en el laboratorio y marcharme a casa en mi bicicleta, pues me asaltó una extraña intranquilidad acompañada de una ligera sensación de mareo. En casa me acosté y caí en un estado de embriaguez no desagradable, que se caracterizó por una fantasía sumamente animada. En un estado de semipenumbra y con los ojos cerrados (la luz del día me resultaba desagradablemente chillona), me penetraban sin cesar unas imágenes fantásticas de una plasticidad extraordinaria y con un juego de colores intenso, caleidoscópico. Unas dos horas después este estado desapareció”.

La manera en que aparecieron estas manifestaciones, sugirió a Hofmann que quizá había tocado accidentalmente, con la yema de los dedos, la solución de tartrato de dietilamida del ácido D-lisérgico (una sal del LSD); y que esta había sido reabsorbida por la piel, por tratarse de una sustancia muy activa. Decidido a comprobar su hipótesis, el lunes siguiente, 19 de abril, realizó autoensayos con cantidades muy pequeñas de LSD y a los 40 minutos pudo sentir “un ligero mareo, excitación… distorsiones visuales, ganas de reír…”, con lo demostró que el LSD-25 era una sustancia psicoactiva. Experimentos posteriores mostraron que Hofmann había tomado inadvertidamente de 5 a 10 veces la dosis mínima del compuesto. A partir de aquí el mundo no siguió siendo igual…

La dietilamida del ácido D-lisérgico fue utilizado como agente desinhibidor, una especie de suero de la verdad, y luego todo lo contrario, como agente inhibidor. Los resultados no fueron satisfactorios. Las alucinaciones eran de tales proporciones que suponían más un obstáculo que una ayuda, aparte de la imprevisibilidad que implicaba que se pudiese pasar del pánico total al éxtasis infinito, y viceversa.

UN PASEO EN BICICLETA EN LA ERA PSICODÉLICA

La aplicación más popular, no obstante, se debe al psiquiatra británico Humphry Osmond, responsable de un exitoso programa de rehabilitación de alcohólicos en el Hospital de Weyburn, en Canadá. Osmond fue quien acuñó el término psicodélico (que expande la mente) durante el intercambio de cartas que mantuvo con el escritor Aldous Huxley, y fue también el precursor del uso del LSD para procurar “experiencias místicas” que permitieran mejorar la personalidad de sus consumidores.

La persona que popularizó el uso del LSD fue el doctor Timothy Leary, profesor de psiquiatría en Harvard. Leary había dirigido un polémico programa de investigación sobre la psilocibina, otro alucinógeno natural, que acabó costándole su puesto en Harvard, pero se rindió incondicionalmente al LSD tras probarlo en 1964, diluido en mayonesa: “Vi luz, el centro de la vida, luz ardiente, cegadora, vibrante, radiante, pura, exultante. Una llama interminable que contenía todo en sí: sonido, tacto, célula, semilla, sentido, alma, sueño, gloria, Dios…”.

Leary y su más estrecho colaborador, Richard Alpert, se consideraban psiconautas, exploradores del espacio interior; se comparaban con los astronautas o con los marineros portugueses del siglo XVI. Deseaban provocar una revolución psíquica que transformase primero la sociedad estadounidense y luego el mundo entero. La revista Playboy, en 1966, definió a Leary como “el Profeta del LSD”, porque conectó la ciencia con la contracultura hippie. El consumo se masificó y proliferaron los laboratorios clandestinos.

El impacto más notorio fue en la música, donde Eric Burdon compuso al frente de The Animals [+] una oda al LSD de Sandoz: “My Girl Sandoz”; pero la mayor parte del ácido que encendió el rock de finales de 1960, lo produjeron ilegalmente Augustus Owsley Stanley III y Tim Scully, dos idealistas que se movían en el entorno de The Grateful Dead [+] y que estaban convencidos de que el LSD eliminaría la inhumanidad del hombre. “Creíamos que éramos los arquitectos de un cambio social”, explicó Scully, “que nuestra misión era cambiar el mundo”.

Owsley encontró un modo de refinar el cristal hasta tornarlo blanco azulado y piezoluminiscente, es decir, que emitía destellos de luz si se movían los cristales. Tras producirlo como polvo y líquido (al que llamó “Mother’s Milk”) pasó a píldoras de 250 microgramos, con el mítico barrio de Haight-Ashbury en San Francisco, como principal centro de distribución.

Fue la era dorada del LSD, cuando sirvió de combustible para The Beatles [+] e infinidad de músicos de la época [+]. La comunión era total. “The Beatles son mutantes enviados por Dios para crear una nueva especie, una joven raza de hombres libres y risueños”, aseguraba Leary. “Son los avatares más sabios, santos y eficaces que la humanidad jamás haya creado”.

En la revista Life, Paul McCartney, el último Beatle en probar LSD, hablaba maravillas de la droga: “Abrió mis ojos. Me convirtió en un mejor miembro de la sociedad, más honesto, más tolerante. Si los líderes de las naciones del mundo lo tomaran, aunque sólo fuera una vez, desterrarían la guerra, la pobreza y el hambre”.

El 28 de julio de 1951, The Walt Disney Company estrena la película “Alicia en el país de las maravillas”, basada en las célebres obras de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. Este largometraje de dibujos animados nos muestra como la intoxicación con LSD nos lleva un mundo de micropsia y macropsia.

Alicia en el país de las maravillas. Escena en donde Alicia se encuentra con un ciempiés que fuma de una pipa de agua, sentado sobre un hongo que le hace cambiar de tamaño.

Finalmente, nos queda por decir que el 19 de abril se celebra el Día mundial de la bicicleta, una jornada que promueve el uso del vehículo de dos ruedas, transporte barato y saludable. Sin embrago, la bicicleta se cruza con las drogas alucinógenas…

En 1985 Thomas B. Roberts, profesor de la Universidad de Illinois, le rindió homenaje al viaje que realizó el Dr. Hofmann luego de ingerir una dosis de LSD en su bicicleta. Roberts lo empezó en su casa, luego siguieron sus alumnos y en la actualidad los ciclistas en todo el mundo realizan el 19 de abril marchas en reivindicación del uso de la bicicleta y el derecho de los ciclistas a pedalear seguros y respetados por los conductores de los vehículos a motor.

Día de la bicicleta en memoria de Albert Hofmann
https://www.pinterest.de/safrida/april-19-bicycle-day-internationaler-fa…

Bibliografía

Quesada Díaz, A. y Ortega Díaz, A. El cornezuelo de centeno a lo largo de la historia: mitos y realidades, Pasaje de la Ciencia 14:16-21, 2011.

Schultes, R. E. y Hofmann, A. Plantas de los dioses. Orígenes de los alucinógenos, 2º edición en español, cuarta reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México D.F., México; 2010.

Marcelo L. Wagner
Beatriz G. Varela
Leonardo Anconatani
Rafael A. Ricco.
Museo de Farmacobotánica “Juan Aníbal Domínguez”, Cátedra de Farmacobotánica

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