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La hepatitis C es una auténtica pandemia mundial, en la actualidad hay unos 180 millones de portadores con un promedio de 3 a 4 millones de nuevos casos anuales y 46.000 muertes en igual período. A pesar de estos valores sorprendentes, más del 75% de las personas infectadas ignoran su estado en nuestro país. En trabajos anteriores investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires ya habían hallado que el genotipo predominante en la Argentina es el 1b, dato nada alentador, por cierto, dado que con el tratamiento con interferón pegilado más ribavirina era el más difícil de tratar al momento de realizar el estudio. Pero, además, restaba conocer con mayor profundidad los mecanismos que utiliza el virus para replicarse y, en especial, los sitios del organismo donde este proceso ocurre. Ahora hallaron que el virus evoluciona y se replica no solo en las células hepáticas, sino también en las células mononucleares de sangre periférica, hecho que posibilitará evaluar con mayor ajuste cuán patogénico podrá ser, cómo progresará, y hasta los niveles de resistencia que podría presentar frente a las nuevas terapias destinadas a controlarlo.

Si bien los hepatocitos son el principal sitio donde el virus de la hepatitis C se replica –al menos un 97% de los virus circulantes provienen de allí–, las células mononucleares de la sangre periférica (CMSP) habían sido propuestas como otro posible lugar para la replicación. No obstante, esta hipótesis estaba en discusión. Demostrar que el virus también evoluciona y se replica en estas células fue el objetivo que motivó a investigadores de la cátedra de Virología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica, quienes trabajaron en colaboración con expertos del Instituto de Investigaciones Hematológicas “Mariano R. Castex”, Instituto de Medicina Experimental (IMEx), de la Academia Nacional de Medicina.

Estos grupos de virólogos ya habían desarrollado un innovador sistema que permite detectar y analizar el ARN del virus durante el cultivo de células mononucleares de pacientes con hepatitis C. Por esta razón, decidieron utilizar este método para observar la evolución y la replicación del genotipo 1b en pacientes infectados con el virus de hepatitis C (VHC), o de infectados simultáneamente con virus de VIH y virus de hepatitis C, una condición bastante frecuente. De hecho, se calcula que alrededor del 25% de las personas infectadas con el VIH también son portadoras del VHC.

Así, algunos estudios mostraron que la infección con VIH en una persona infectada concomitantemente con el VHC produce niveles más elevados del virus de hepatitis en la sangre; al mismo tiempo, los afectados presentan una progresión más rápida hacia las enfermedades hepáticas relacionadas con este virus, y además exhiben un riego mayor de desarrollar cirrosis y cáncer de hígado.

En la República Argentina la prevalencia general del VHC ronda entre el 0,4 y el 1,5%, según estudios realizados por el mismo grupo, que dirige el doctor Rodolfo Campos, profesor titular de Virología de la FFyB. De acuerdo con datos de la OMS, la prevalencia en el África es del 6%; en Canadá, del 0,34%; en los EE.UU., del 0,6%; en Alemania, del 0,42% y en México, del 0,7%.

Y, aunque pueda argüirse que su prevalencia no es alta –aproximadamente 500.000 infectados en nuestro país–, la preocupación de los expertos consiste en que la enfermedad se hace crónica en un porcentaje muy alto de los casos, estimado entre un 50 y un 84%, y conlleva a daños hepáticos de suma gravedad. Unos 20-30 años después de producida la infección, entre un 25 y un 30% de las personas desarrolla cirrosis. De ellas, a su vez, un porcentaje significativo tiene altas probabilidades de generar cáncer de hígado, que en la actualidad es la principal causa de trasplantes hepáticos. Así, por ejemplo, en los Estados Unidos la mitad de los trasplantes de hígado se realizan a pacientes con hepatitis C avanzada.

“El amplio espectro clínico de las complicaciones extrahepáticas que presenta la hepatitis C, así como la variedad de enfermedades concomitantes, tales como el linfoma de no Hodgkin y los trastornos linfoproliferativos –cuadros en que las células del sistema linfático crecen exageradamente– nos llevaban a pensar que debían existir otras células blanco donde el virus se replicaba”, explica Campos, quien además es investigador superior del CONICET.

“Para confirmar nuestra hipótesis, se requería utilizar un enfoque diferente al que se venía aplicando para sumar una nueva pieza a este intrincado rompecabezas. Nuestro grupo había demostrado previamente que se podía recuperar ARN del VHC durante el cultivo de células mononucleares obtenidas tanto de pacientes infectados solo por el VHC, como de personas que registraban infección en simultáneo con VHC y VIH”, señala por su parte Federico Di Lello, docente de la cátedra de Virología e investigador adjunto del CONICET. A lo que agrega: “Por esta razón decidimos caracterizar las secuencias virales en las células mononucleares de sangre periférica en el transcurso del tiempo, para observar si se registraba un proceso evolutivo en el virus, y en consecuencia, si el virus efectivamente se replicaba en este sistema”.

Las células mononucleares son células de sangre periférica, están caracterizadas por poseer un único núcleo redondo, e incluyen los linfocitos y los monocitos. Constituyen un componente crítico del sistema inmunológico. Los monocitos son precursores de los macrófagos, que proporcionan una primera línea de defensa contra las infecciones y se activan ante la ocurrencia de procesos inflamatorios.

“Pudimos demostrar que ocurre diversificación dinámica en tres regiones del genoma del VHC durante el cultivo de CMSP. También observamos cambios en las secuencias de aminoácidos, hecho que demuestra que el virus evolucionó durante el tiempo que estudiamos el cultivo”, comenta Andrés Culasso, también docente de Virología e investigador asistente del CONICET.

Como la evolución solo puede ser observada cuando el virus se está replicando, resulta una clara evidencia de que las células mononucleares no se comportan exclusivamente como reservorio del virus, cual protectora guarida, sino que más grave aún, constituyen un compartimiento extrahepático que el virus utiliza para replicarse. Los virus contienen toda la información necesaria para su ciclo reproductor, que solamente puede ocurrir dentro de las células vivas. Para ello se apoderan de las enzimas y de la maquinaria biosintética de sus hospedadores y logran hacer infinitas copias de sí mismos, tal como una máquina fotocopiadora.

Pero, además, los resultados de los investigadores argentinos tienen una importante consecuencia metodológica. “El sistema in vitro que usamos presenta como ventaja que no se requiere añadir ningún estímulo exógeno, o combinarlo con virus procedentes de otros compartimientos, como el uso de suero, o bien de VHC ligado a otras células. Constituye, entonces, un modelo de infección absolutamente natural”, subraya Gabriel García, docente de la cátedra e ideólogo del trabajo. Contar con un sistema “puro” resulta muy eficaz para comprender los procesos moleculares que intervienen en la evolución y la replicación en las CMSP.

Un hecho de gran relevancia terapéutica es que los expertos argentinos demostraron también que se generan varios cambios en diferentes regiones del virus presentes en las CMSP. “Estas sustituciones podrían llegar a generar variantes asociadas a resistencia frente a las nuevas terapias contra el virus”, relata Di Lello.

El VHC es altamente hepatotrófico, tanto así que se calcula que solo un 3% de virus circulantes provienen de otros sitios del organismo. Pero, al margen de la importancia cuantitativa de que en las CMSP se produzca replicación viral, medida en cantidad de virus que se producen, es remarcable que durante ese proceso se generan distintas variantes del virus. Es decir que, además de reservorio, como se las consideraba tradicionalmente, estas células ofrecen al virus una vía evolutiva independiente y, en consecuencia, unas condiciones óptimas para diversificarse. Y esta heterogeneidad viral tiene implicancias tanto en la patogenicidad, como en la progresión de la infección, y en las respuestas clínicas de los pacientes frente a los tratamientos usuales.


LA CAPTURA DEL SOSPECHOSO: NI A NI B, ¡ES C!
La sospecha de la existencia del virus de la hepatitis C cobró fuerza en la década de 1980. Como los datos serológicos  proporcionados por los estudios bioquímicos no se correspondían ni al virus de la hepatitis A ni al de la B se le adjudicó el nombre transitorio de “Hepatitis no A no B”.
En 1989, en los laboratorios Chiron se logró caracterizar al sospechoso y se lo bautizó tal como se lo conoce hoy: virus de la hepatitis C (VHC). Es un virus pequeño, del tipo ARN. Pertenece a la familia Flaviviridae y al género hepacivirus. Otros miembros de esta familia son el virus causante de la fiebre amarilla y el que provoca el dengue.

Se han reconocido siete genotipos del virus de la hepatitis C, es decir formas virales, a los que se identifica con números arábigos: 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7. Además, esos siete genotipos dan origen a más de 90 subtipos del virus, que se denominan con letras. Los subtipos 1a, 1b, 2a, 2b, 2c y 3a son los responsables del 90% de las infecciones por hepatitis C en América del Norte y del Sur, Europa y Japón.

En la Argentina, el subtipo más prevalente es el 1b, aunque en los últimos años se ha visto un incremento del genotipo 1a.

De izquierda a derecha: Gabriel García, Rodolfo Campos, Federico Di Lello y Andrés Culasso.

Referencia bibliográfica

Di Lello FA, Culasso AC, Parodi C, Baré P, Campos RH, García G. New evidence of replication of hepatitis C virus in short-term peripheral blood mononuclear cell cultures. Virus Res. 2014 Oct 13;191:1-9.

Amalia Dellamea. Centro de Divulgación Científica. Facultad de Farmacia y Bioquímica

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