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La contaminación del aire no solo afecta al medioambiente: también impacta directamente en nuestra salud. Investigaciones desarrolladas en la Facultad de Farmacia y Bioquímica exploran cómo ciertos contaminantes ingresan en nuestro organismo y desencadenan enfermedades cardiovasculares, respiratorias y neurológicas. Te contamos por qué el aire que respiramos puede enfermarnos, qué grupos sociales están más expuestos y por qué la ciencia cumple un papel clave para comprender, prevenir y transformar esta realidad.

Cada día, sin darnos cuenta, respiramos entre 17.000 y 30.000 veces. Ese aire que entra y sale de nuestros pulmones —invisible, silencioso y vital— puede convertirse también en una amenaza. Lejos de ser una preocupación exclusiva del medioambiente, la contaminación atmosférica representa hoy uno de los mayores desafíos para la salud pública a nivel global. Así lo afirman numerosos estudios, así como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estima que más de siete millones de muertes prematuras al año están relacionadas con la mala calidad del aire.

La contaminación atmosférica representa hoy uno de los mayores desafíos para la salud pública a nivel global. Más de 7 000 000 de muertes prematuras al año están relacionadas con la mala calidad del aire.

En ciudades como Buenos Aires, la quema de combustibles fósiles en el transporte, la industria y otras actividades humanas liberan a la atmósfera una serie de contaminantes capaces de afectar órganos y tejidos a nivel celular. Entre los más peligrosos se encuentran las partículas en suspensión, especialmente las de menos de 2,5 micrones de diámetro (PM2.5), que pueden penetrar profundamente en los pulmones e incluso alcanzar el torrente sanguíneo. También son relevantes otros compuestos como el dióxido de nitrógeno (NO2), el monóxido de carbono (CO) y el ozono troposférico, que se forma cerca de la superficie terrestre en presencia de luz solar.

La quema de combustibles fósiles en el transporte, la industria y otras actividades humanas liberan a la atmósfera una serie de contaminantes capaces de afectar órganos y tejidos a nivel celular.

Cuando estas sustancias ingresan al organismo a través de la respiración, desencadenan procesos que afectan, de forma directa e indirecta, a distintos sistemas del cuerpo. En el sistema cardiovascular, por ejemplo, promueven inflamación crónica y un aumento del estrés oxidativo. Estos mecanismos elevan la presión arterial y aumentan la probabilidad de sufrir eventos como infartos o accidentes cerebrovasculares.

Pero los efectos no terminan ahí. Las investigaciones científicas también han demostrado que algunas partículas contaminantes pueden atravesar la barrera hematoencefálica, una estructura que protege al cerebro de sustancias dañinas. Una vez en el sistema nervioso central, estas partículas pueden desencadenar inflamación, afectar la comunicación neuronal e incluso contribuir al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. En niños y niñas, cuya barrera protectora aún no está completamente formada, la exposición puede tener consecuencias en el desarrollo cognitivo y conductual.

En este contexto, el rol de la investigación científica es clave para comprender los mecanismos biológicos que vinculan la exposición a contaminantes con el desarrollo de distintas patologías. Desde la Facultad de Farmacia y Bioquímica, la doctora Natalia Magnani —profesora adjunta de la Cátedra de Química General e Inorgánica— estudia cómo los contaminantes atmosféricos afectan la salud a nivel celular.

Además del estudio de los mecanismos biológicos, la dimensión social de la problemática también resulta fundamental. No todas las personas respiran el mismo aire. Aquellos que viven cerca de avenidas con mucho tránsito o en zonas industriales están expuestos a mayores concentraciones de contaminantes. La contaminación del aire no solo constituye un problema de salud, sino también una cuestión de justicia ambiental. Las poblaciones más vulnerables —en términos económicos, sociales o geográficos— suelen ser las más afectadas y las que tienen menor acceso a servicios de salud para mitigar los daños.

Frente a este panorama, tanto las acciones individuales como las políticas públicas son fundamentales. Si bien cada persona puede reducir su exposición eligiendo medios de transporte sustentables o evitando actividades físicas intensas en horarios de alto tránsito, los cambios más significativos requieren una intervención estructural. Es necesario que los gobiernos regulen las emisiones industriales, promuevan el uso de energías limpias y fortalezcan el transporte público. También resulta urgente implementar sistemas de monitoreo accesibles y actualizados que informen a la población sobre la calidad del aire en tiempo real.

Respirar es una necesidad básica, pero también un derecho, que implica acceso a un ambiente saludable, a información veraz y a una ciencia comprometida con el bienestar colectivo.

En este sentido, la universidad pública cumple un rol central no solo en la producción de conocimiento, sino también en su divulgación. La ciencia, al servicio del bien común, debe salir de los laboratorios y llegar a la sociedad en un lenguaje claro, riguroso y comprometido. Solo así será posible tomar decisiones informadas, exigir políticas responsables y generar conciencia sobre los riesgos silenciosos que enfrentamos a diario.

La contaminación del aire no solo constituye un problema de salud, sino también una cuestión de justicia ambiental.

Respirar es una necesidad básica, pero también un derecho. Un derecho que implica acceso a un ambiente saludable, a información veraz y a una ciencia comprometida con el bienestar colectivo. Mientras tanto, investigaciones como las que lleva adelante el equipo del que forma parte la doctora Magnani recuerdan que la salud empieza, literalmente, por el aire que respiramos.

Natalia Magnani es doctora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), profesora adjunta de la Cátedra de Química General e Inorgánica, Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA) e investigadora adjunta del CONICET del Instituto de Bioquímica y Medicina Molecular Prof. Alberto Boveris (IBIMOL UBA-CONICET).

Entrevista: Leonardo Santolini, subsecretaría de Comunicación y Cultura y Equipo de gestión editorial de Farmacia y Bioquímica en foco, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires.

RESPIRAR EN TIEMPOS TÓXICOS: QUÉ DICE LA CIENCIA SOBRE EL AIRE QUE RESPIRAMOS

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¿Qué tipo de partículas contaminantes tienen mayor capacidad de penetrar en el organismo y alcanzar el torrente sanguíneo?

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¿Cuál de los siguientes efectos puede causar la exposición a contaminantes en el sistema nervioso central?

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¿Qué estructura protectora del cerebro puede ser atravesada por ciertas partículas contaminantes?

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Según el texto, ¿cuál de las siguientes acciones estructurales es fundamental para enfrentar la contaminación del aire?

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