En los últimos años ha comenzado a considerarse que el mesenterio no solo es un simple repliegue del peritoneo sino un nuevo órgano. Profundizar su conocimiento puede ser clave para interpretar el origen de un gran número de patologías digestivas que hasta hoy no muestran una etiología del todo clara, como la enfermedad de Crohn. Por su parte, investigadores de la Cátedra de Anatomía e Histología de nuestra Facultad estudian un tipo de sustancias vasoactivas liberadas del lecho mesentérico y hallaron que su liberación está alterada en modelos experimentales animales de síndrome metabólico.
El término mesenterio se utiliza para designar a una dependencia del peritoneo constituida por el repliegue de dos hojas del mismo, uniendo órganos del tubo digestivo a la pared abdominal posterior y por donde transcurren vasos sanguíneos, linfáticos y nervios (Figura 1). Hasta hace algunos años, se creía que era una estructura fragmentada y que se encontraba relacionada únicamente con el intestino delgado, el colon transverso y el colon sigmoides. Sin embargo, algunos investigadores intentan afirmar que se trataría de un órgano único y continuo que relaciona nuestro sistema digestivo desde el ángulo de Treitz (correspondiente a la unión entre el duodeno y yeyuno) hasta el recto. Es así como J. C. Coffey y colaboradores publicaron en los últimos años en The Lancet Gastroenterology and Hepatology una interesante revisión sistemática que intenta de alguna manera romper paradigmas demostrando nuevas características anatómicas y funcionales distintivas que justificarían la designación del mesenterio no solo como un simple repliegue de peritoneo sino como un nuevo órgano.
Una temprana descripción del mesenterio fue realizada por Leonardo da Vinci a comienzos del siglo XVI, quien efectuó una de sus primeras representaciones gráficas, en la que lo asoció con el intestino delgado y el colon de una manera continua y convergiendo centralmente con el aspecto de espiral para unirse a la pared posterior de abdomen (Figura 2). Este concepto se utilizó por varios siglos demostrando que estas estructuras permanecían separadas de la pared abdominal posterior y en continuidad con el intestino delgado. Sin embargo, a fin del siglo XIX Treves describió al mesenterio de manera fragmentada, asociado sólo al colon transverso, el sigmoides y el intestino delgado, descripción que permaneció como aceptada hasta 2015, cuando Coffey y colaboradores propusieron definirlo como un órgano continuo y extraperitoneal (Figura 3).
Una de las mejores formas de comprender el mesenterio es a través de su historia embriológica, anatómica e histológica. En términos generales, el intestino se desarrolla a partir de la capa germinal endodérmica, mientras que el mesenterio deriva de la capa germinal mesodérmica. Previamente, los procesos involucrados en el desarrollo embriológico del mesenterio se basaban en teorías anatómicas clásicas sin otro fundamento científico. Actualmente, según la teoría del “deslizamiento y retracción”, a medida que el colon derecho y el izquierdo adoptan sus posiciones laterales finales, arrastran sus respectivos mesenterios con ellos hasta ocupar su ubicación final como mesenterios vestigiales posteriores al colon derecho o izquierdo, respectivamente. Con la contigüidad de dicho órgano ahora revelada es necesario reevaluar el desarrollo embriológico del mesenterio, la reflexión peritoneal y también las fascias.
Con respecto a la histología del mesenterio podemos mencionar al mesotelio superficial, una extensa red de tejido conectivo laxo con gran cantidad de fibras elásticas y colágenas, como así también poblaciones de adipocitos alojados en los intersticios de esa red. Hasta ahora poco sabemos sobre los componentes celulares por lo que todavía no podríamos definir cuáles serían sus unidades funcionales ni a qué sistema pertenecerían, aspectos que resultan esenciales para reconocer al mesenterio como órgano.
En la intersección entre el intestino y el mesenterio, el mesotelio mesentérico se continúa hacia el intestino y contribuye como componente celular de su capa externa, la serosa. Durante muchos años, se postuló que la interacción entre el intestino y el resto del organismo estaba representada por estructuras linfovasculares y nerviosas insertas en la submucosa intestinal. Actualmente se reconoce que la superposición histológica entre el mesenterio, el intestino y la serosa es el hilio intestinal verdadero (zona donde los vasos sanguíneos, linfáticos y nervios entran o salen) extendiéndose a lo largo del intestino desde el duodeno hasta el recto. Cabe mencionar, a modo de ejemplo, la presencia de fibras parasimpáticas provenientes del nervio vago que se introducen por el mesenterio del intestino delgado y, junto con las fibras nerviosas simpáticas, establecen sinapsis con las células ganglionares de ambos plexos entéricos.
En cuanto a la fisiología mesentérica, las características anatómicas únicas del mismo se reflejan con funciones exclusivas. Teniendo en cuenta la posición anatómica del ser humano (de pie) y que el mesenterio adhiere gran parte de los intestinos a la pared abdominal posterior, logra evitar que estos desciendan hacia la cavidad pélvica generando posibles alteraciones no solo de los propios intestinos sino también de los órganos intrapélvicos. El mesenterio comunica los órganos intestinales con el resto del organismo y con el medio ambiente externo a través de la luz intestinal, y puede mediar respuestas locales, sistémicas o ambas.
Los vasos linfáticos y ganglios mesentéricos adquieren relevancia en las patologías inflamatorias intestinales, y tienen un rol inmunológico fundamental en la migración de linfocitos B, T y NK (natural killer) y en las células dendríticas de la mucosa intestinal. También se ha propuesto su participación en el metabolismo glucémico y lipídico, además de intervenir en la regulación de las cascadas fibrinolíticas. Otros estudios demuestran la capacidad del mesotelio mesentérico en la regeneración de tejidos, asociado a la presencia de células madre pluripotenciales. Otros trabajos plantean el rol enteromesentérico del sistema nervioso periférico aunque su comprensión aún sigue siendo incompleta.
Actualmente no existen dudas sobre la anatomía del mesenterio, con una disposición sencilla en forma de espiral ininterrumpida, y que constituye una estructura completa desde el duodeno hasta el recto (Figura 3). Dada la relevancia del mesenterio para la función intestinal y la homeostasis general pero, a su vez, la poca información sobre sus diferentes funciones resulta necesario continuar su estudio. Quizás, la investigación del mesenterio sea la llave necesaria para interpretar el origen de un gran número de patologías digestivas que hasta el momento no muestran una etiología del todo clara, como lo es la enfermedad de Crohn y su relación con la proteína C reactiva. Continuar con el examen detallado de las estructuras que lo conforman nos permitiría conocer su papel dentro del correcto funcionamiento del organismo y su participación en las posibles enfermedades asociadas.
Sin duda, la importancia funcional del mesenterio es mucho mayor de la que se le atribuía hace unos pocos años atrás. A modo de ejemplo sobre su relevancia, uno de los libros más importantes de anatomía a nivel mundial, la Anatomía de Gray®, en su última edición ha actualizado la definición de mesenterio.
Hace varios años que nuestro laboratorio realiza estudios sobre un tipo de sustancias vasoactivas liberadas del lecho mesentérico. Este sistema vascular de resistencia irriga el mesenterio e interviene en la regulación de la presión arterial. Entre las moléculas producidas por estos vasos se encuentran los prostanoides formados por las prostaglandinas y los tromboxanos. Estos mediadores lipídicos tienen un papel importante en la regulación del tono vasomotor. En estos trabajos encontramos que la liberación de estos principios vasoactivos estaba alterada en modelos experimentales de síndrome metabólico como la sobrecarga de fructosa y la dieta alta en grasa en la rata.
Como conclusión, y haciendo referencia al título de este artículo, estos nuevos hallazgos resultan optimistas para generar un cambio de paradigma dando relevancia a la entidad del mesenterio como nuevo órgano.
Prof. Méd. Gustavo Cernadas, Prof. Farm. Adriana S. Donoso, Prof. Dr. Marcelo R. Choi y Prof. Dra. Ana M. Puyó
Cátedra de Anatomía e Histología FFyB – UBA
Gustavo Cernadas
Médico. Facultad de Medicina. Universidad de Buenos Aires UBA). Especialista en
Clínica Médica y Gastroenterología. Médico de planta de Hospital CEMIC.
Profesor adjunto de la Cátedra de Anatomía e Histología de la Facultad de Farmacia y
Bioquímica (UBA).
Docente a cargo del desarrollo y actualización del Campus Virtual de la Cátedra de
Anatomía e Histología. Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA).
Marcelo Roberto Choi
Doctor por la UBA, farmacéutico y médico (UBA).
Profesor adjunto con dedicación parcial Cátedra de Anatomía e Histología, Facultad de Farmacia y Bioquímica (UBA).
Investigador adjunto CONICET, Instituto Alberto C. Taquini de Investigaciones en Medicina Translacional (IATIMET).
Adriana Susana Donoso
Farmacéutica. Docente autorizada de la UBA.
Profesora adjunta dedicación exclusiva de la Cátedra de Anatomía e Histología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA.
Investigadora del Instituto de Fisiopatología y Bioquímica Clínica (INFIBIOC, UBA).
Ana María Puyó
Doctora en Bioquímica. Docente autorizada de la UBA.
Profesora titular dedicación exclusiva de la Cátedra de Anatomía e Histología, Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA.
Investigadora del Instituto de Fisiopatología y Bioquímica Clínica (INFIBIOC, UBA).
Bibliografía
Netter FH. Atlas of human anatomy, Professional Edition E-Book: including NetterReference.com Access with full downloadable image Bank. Elsevier Health Sciences, 2014.
Standring S (ed.) Gray’s Anatomy e-book: the anatomical basis of clinical practice. Elsevier Health Sciences, 2015.
Coffey JC, O’leary D. The mesentery: structure, function, and role in disease. The Lancet Gastroenterology & Hepatology, 2016, vol. 1, no 3, p. 238-247.
H.J. Lee, S.M. Cantú, A.S. Donoso, M.R. Choi, H.A. Peredo, A.M. Puyó. Metformin prevents vascular prostanoid release alteration induced by a high-fat diet in rats. Auton Autacoid Pharm, 2017, 37: 37-43, 2017.