AL TROTE… CABALLOS REALES E IMAGINARIOS EN EL DECURSO DE LA HUMANIDAD

Los caballos modernos fueron domesticados por primera vez en las estepas pónticas, en el norte del Cáucaso, alrededor del 2200 a. C., y unos pocos siglos después ya habían conquistado el resto de Eurasia, según los resultados de un equipo internacional de 162 investigadores dirigido por el paleogenetista Ludovic Orlando, del Centre national de la recherche scientifique francés (CNRS), publicado en Nature. Para ello, los especialistas analizaron los genomas de 273 caballos que vivieron entre 50.000 y 200 años a. C. Indudablemente, la historia de la civilización humana no hubiese sido la misma sin caballos. Por eso, proponemos un raudo rescate de algunos de los equinos, reales o imaginarios, más insignes en mitología, historia, literatura, historieta, series de TV y publicidad. Como advertencia: se trata de una selección arbitraria.

 

AQUELLOS ENTRAÑABLES SERES MÍTICOS

En la mitología, el caballo tiene representación profusa, pero por razones de espacio en lo que sigue se hará apenas un punteo de algunos equinos míticos, en lo que, si se quiere, representa una selección caprichosa.

Athee, el caballo de Agamenón, héroe mitológico, de quien Homero nos relata que luego de ser rey de Micenas, conquistó Sición asumiendo su reinado, para convertirse en el príncipe más poderoso de Grecia.

Los caballos blancos que tiraban el carro de Apolo, las yeguas de Diomedes que se alimentaban de carne humana; el corcel negro que Poseidón ´creó´ ante el pedido de Zeus de generar algo útil para la vida de los humanos. No por nada Poseidón es considerado el ´dios de los caballos´ (y, ya que estamos… el protector de los caballos, y de los jinetes, es en la tradición cristiana San Martín de Tours, también conocido como San Martín Caballero).

Licornio, animal fabuloso de la edad media, un caballo de crines rojas, o en ocasiones blancas, con un cuerno largo y agudo en la frente. Y no podemos olvidar al Unicornio, ese ser mitológico y mágico que en el folclore europeo era representado como un caballo blanco con patas de antílope, ojos y pelo de cabra y un cuerno en la frente. En las representaciones modernas, en cambio, fue simplificado como un caballo blanco con un cuerno en espiral en la frente, entre los ojos. Y tampoco omitir al Centauro, un caballo con cabeza y torso humano. Ni a Paladion, el caballo de madera con el que los griegos entraron en Troya, más conocido como el caballo de Troya.

En la mitología nórdica, Skinfaxi (melena brillante) y Hrímfaxi (melena escarchada o helada) son los caballos de Dagr (el día) y Nótt (la noche). Gulltop, cuyas crines eran de oro puro, estaba encargado de custodiar el arco iris, según la mitología escandinava. Sleipnir, era el caballo del dios nórdico Odín, de ocho patas, con enorme fortaleza e inusitada rapidez. Y uno de los más ´famosos´: Pegaso, el caballo alado de Zeus, dios del cielo y de la Tierra.

 

CABALLOS QUE TOMARON PARTE EN LA HISTORIA

 Según la biografía de Alejandro Magno escrita por Plutarco, un día el joven príncipe Alejandro se vio frente a un equino salvaje e indómito, que atacaba a cualquiera que se le aproximara. Pero él se le acercó tranquilamente porque había notado que el caballo tenía miedo de su propia sombra, así que lo ubicó frente al sol, de modo que la sombra proyectada quedase fuera de su vista; tomó las riendas con calma y, así no más… lo montó, algo que nadie antes había logrado. Lo llamó Bucéfalo. Cuando Alejandro regresó al ruedo con Bucéfalo y se apeó, su padre Filipo II sentenció: “Hijo mío, busca un reino de la misma manera y lucha para conquistarlo, porque Macedonia te queda pequeña”. Suele referirse esta anécdota para dar cuenta de la confianza y la determinación características de Alejandro ´el Magno´, y como hecho premonitorio de sus futuras conquistas.

Shabdiz fue el caballo de Josro II, o Cosroes II, también llamado Parviz, el Generoso, un emperador sasánida (Persia) que gobernó entre los años 590 y 622 d. C.

Napoleón Bonaparte llamó Marengo a su caballo preferido, aunque disponía en sus cuadras de unos 150 equinos de pura cepa. Incitatus fue el caballo al que Calígula hizo cónsul de Roma y Othar, el caballo de Atila, Rey de los Hunos.

Más acá en el tiempo, y en América del Sur, Simón Bolívar llamó Palomo a su caballo blanco, de imponente alzada. José Doroteo Arango Arámbula (a) Pancho Villa nominó Siete Leguas a su monta que, según varios de sus biógrafos, era una yegua criolla mexicana, alazana, fuerte y valiente. Ahora bien, ¿por qué el nombre? Se cuenta que cierta vez, en tiempos en que Villa era perseguido por carrancistas y estadounidenses, recibió una descarga de fuego enemigo. Emprendió la huida y cuando por fin pudo desmontar descubrió que su yegua tenía el pecho cubierto de sangre: la descarga había hecho blanco en el animal, traspasándolo, tanto que el proyectil tuvo salida por detrás de la pata derecha. La noble bestia había corrido siete leguas, logrando salvar a su jinete. Desde entonces Villa la llamó así. Siete Leguas vivió por muchos años más.

Y no podemos dejar de recordar a dos entrañables caballitos criollos, Gato y Mancha. Veinte países; tres años, cuatro meses y seis días; y 21.000 km le demandó al profesor suizo Aimé Félix Tschiffely llegar desde Buenos Aires a Nueva York el 20 de septiembre de 1928. En realidad, quien llegó fue Mancha, dado que Gato al sufrir una afección debió quedarse en la Ciudad de México.

 

CABALLOS JUSTICIEROS

El Llanero Solitario (Lone Ranger) de única profesión conocida ´justiciero´,  contaba con la compañía de Silver/Plata, un brioso caballo blanco al que arengaba con el grito: ´Hi-yo Silver´. Fue, en inicio un programa radial (´onda´ radionovela), luego una serie de TV en blanco y negro, pero también una serie de libros, cómics y hasta películas.

Estudiante universitario en la península ibérica, experto en esgrima y otras artes defensivas, don Diego de la Vega (a) El Zorro regresó a América, también a imponer justicia y restablecer un orden subvertido. No podría haberlo hecho jamás de no contar con el auxilio de un corcel negro azabache, Tornado (Diamond Decorator, era el caballo estelar, aunque también otros dos equinos participaban de esa serie de TV para diferentes habilidades requeridas, dícese que a estos dos últimos ¡los teñían!).

Mr. Ed, el caballo que habla, otra serie de TV estadounidense que se emitió de principios a mediados de la década de 1960. Cual émulo del Rocinante del Quijote, Ed… ¡hablaba!, aconsejaba, reprendía, se burlaba de su dueño y hasta lo metía en problemas.

Y, aquí por las pampas… Pampero, nacido de la pluma de Dante Quinterno, fue el zaino cimarrón indicado para escoltar en sus andanzas al cacique Patoruzú; a lo que deben sumarse las versiones infantiles de Pamperito y Patoruzito. 

 

¿PARA QUÉ LE HABRÁN PUESTO CABALLOS?

Un licor de caña, Legui (nos vemos obligados a nombrar la marca comercial, porque si no, no tiene chiste) lanzó un aviso publicitario en años tempranos de la década de 1970. Un señor británico miraba la etiqueta de la botella de Legui que mostraba una carrera de caballos en un hipódromo y se preguntaba: ´¿Para qué le habrán puesto caballos?´. Una delicia para los docentes de carreras de Publicidad, Periodismo, Comunicación Social, que al día de hoy usamos ese aviso para abordar conceptos semiopragmáticos ´abstrusos´ como presuposiciones e inferencias. Legui… Leguisamo… Irineo Leguisamo, un jockey uruguayo considerado el jinete profesional más importante de la hípica argentina en el siglo XX. Pero, ¿cómo un inglés iba a saberlo? Había que ser ´bien argentino´ para desandar esa presuposición*.

 

EL QUIJOTESCO CABALLO DE DON QUIJOTE**

Miguel de Cervantes Saavedra nos relata que cuando el ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha decidió «hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras... » debió pasarse cuatro días imaginando qué nombre le pondría a su caballo, «y así después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante, nombre a su parecer alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo». De este modo detalló la construcción de esa entidad zoomórfica singular: el actor equino quijotesco, a quien hasta dotó de habla. Sobresalen como rasgos de Rocinante/antes rocín su flaqueza, su poca velocidad en las carreras y el desmesurado apego a la cebada, por su gran hambruna remanente.

“Para decirlo de otro modo, ya con Rocinante asistimos al proceso de idealización propio de don Quijote que antes de idealizar a Aldonza Lorenzo —señora del Toboso— su dama (Dulcinea***), idealiza a su caballo tan imprescindible en su empresa caballeresca”, como postula el analista literario y cervantista Christian Andrès, catedrático emérito de la Universidad de Picardie, en Amiens. Los destinos del amo y su caballo quedan desde el principio de la aventura indisolublemente ligados, como cuando caballero y montura compartían hambre y cansancio: «Él anduvo todo aquel día y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre». Más aún, tal centralidad cobró el rocín en la obra, que hace a Cervantes decir del hidalgo Quijote: «Aquel que en Rocinante errando anduvo».

Cervantes acabó por convertirlo en un símbolo: “Un símbolo irónico, paródico y paradójico ya que, hasta en el habla corriente, «Rocinante» ha venido a ser sinónimo del rocín endeble y desgraciado, la imagen misma del fracaso, de la ridiculez y de la visión irónica del mundo (tres aspectos inscritos en su nombre). Aunque habría que ser más justo con semejante actor equino, ya que es capaz de soportar todas las locuras de su amo, muestra una paciencia infinita y una fidelidad ejemplar digna de un caballo feudal… Sin «Rocinante» —creación de la loca imaginación de su amo— nunca hubiera podido vivir su sueño caballeresco don Quijote, nunca hubiera conocido la gran novela cervantina tanta posteridad”, concluye Andrès.

 

Amalia Beatriz Dellamea. Centro de Divulgación Científica y Equipo de gestión editorial de FFyB En Foco, Facultad de Farmacia y Bioquímica, Universidad de Buenos Aires.

 

*Nota 1: Para los ´milenials¨, aquí va el aviso de Legui: https://youtu.be/Y4LrAkDIpvo

**Nota 2: es injusto que por razón de espacio hayamos debimos dejar fuera a Babieca, la yegua del Cid Campeador, que aparece en el Cantar de Mio Cid, animal del que se dice, en castellano: «Otro tal no ha oy». En un majestuoso ejercicio de intertextualidad, Cervantes elucubra un diálogo imperdible entre Babieca, el caballo del noble castellano Rodrigo Díaz de Vivar, y el escuálido Rocinante, en el cierre del prólogo de la Primera Parte de El quijote de la Mancha. En él, soberbiamente, Babieca destrata y humilla a Rocinante tachándolo de enclenque, mal criado, mal hablado (“lengua de asno”, llega a decirle), pesimista en asuntos de amor, metafísico irrecuperable e impotente para remediar su desgraciada situación. Ver: Diálogo entre Babieca y Rocinante, con Lectura comentada por la doctora Adrienne Laskier Martín, profesora emérita de la Universidad de California en Berkeley, en un artículo publicado por el Centro Virtual Cervantes, Instituto Cervantes. https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte1/versos_preliminares/dialogo_bavieca_rocinante/default.htm

***Nota 3: inserción de la redactora.

 

Bibliografía referida

Andrès, Christian. Construcción, función y significación de Rocinante. Comentarios a Cervantes. Comunicaciones/Quijote. Centro Virtual Cervantes. Instituto Cervantes. https://cvc.cervantes.es/literatura/cervantistas/congresos/cg_VIII/cg_VI...
Librado, Pablo et al. (2021) The origins and spread of domestic horses from the Western Eurasian steppes. Nature, vol. 598, pp. 634–640.

 

 

Categoria: 
Aportes históricos
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