LOS EXÁMENES… ESE INFIERNO TAN TEMIDO

Al menos un 40% de los estudiantes universitarios sufre temor al enfrentar una prueba o evaluación. Algunos motivos son comprensibles y lógicos, otros en cambio, bastante ilógicos o inadecuados. ¿Cómo ganarle la pulseada al estrés? Reconocer el problema constituye el primer paso hacia el desarrollo de recursos para afrontar adecuadamente los estados de ansiedad.

 

La mayoría de los estudiantes experimenta una elevada ansiedad en época de exámenes.

Esta ansiedad consiste en una serie de reacciones emocionales negativas, de miedo persistente, que algunos alumnos sienten antes y/o durante los exámenes y que podría responder a la fuerte presión social por la adquisición de logros académicos, supuestamente necesarios para obtener reconocimiento y alcanzar una buena posición tanto laboral como social.

El temor no necesariamente resulta un miedo irracional. Ahora bien, el problema surge cuando se vuelve tan intenso que interfiere en el rendimiento del sujeto.

¿Cómo perciben el temor quienes lo padecen? Mucho antes de que comiencen los exámenes, propiamente, empiezan a experimentar una serie de sensaciones físicas como insomnio, dolores de cabeza, náuseas, vómitos, ganas de llorar, etc.; junto a cansancio, desgano y dificultades para organizar el tiempo y los materiales de estudio. Esto se va agravando a medida que se acercan los días de examen. Además, suele ir acompañado de pensamientos negativos y preocupaciones pesimistas anticipatorias que provocan o exacerban esas sensaciones.

De hecho, por la intensa respuesta pareciera que en un examen «les fuera la vida». A algunos esa instancia los convence de su incapacidad e inutilidad, y los conduce a pensar que nunca estarán a la altura de las circunstancias o de lo que se espera de ellos. Otros confirman que los profesores, o figuras de autoridad, son naturalmente malos, sádicos o “gozadores” y deciden “caprichosamente” sobre su futuro.

Aunque suele haber motivos de diversa índole para que una persona desarrolle temor a rendir un examen, algunos comprensibles y lógicos, muchas veces parecieran bastante ilógicos o inadecuados en relación con lo que en realidad sucede. ¿Por qué?

En el desarrollo del temor pueden intervenir tanto factores motivacionales o vocacionales como emocionales, rasgos de personalidad e, incluso, deberse a la presencia de cuadros fóbicos, ya sean estos específicos como sociales. En numerosas ocasiones el aumento de la ansiedad se debe a la escasa preparación, o a no haber desarrollado habilidades para estudiar adecuadamente. En estos casos, errores en la distribución del tiempo, malos hábitos de estudio o un “atracón” de estudio la noche anterior al examen pueden incrementar considerablemente la ansiedad. En otras ocasiones son causadas por malas experiencias previas (por ejemplo, “haberse quedado en blanco” durante un examen), tener bajo nivel de confianza en sí mismo, o una combinación de todas estas razones.

 

Entonces, tener miedo ante los exámenes… ¿es perjudicial o adaptativo? Y, de ser el primero de los casos, ¿se puede superar?

Si realizamos un breve análisis pareciera que el tema de la ansiedad excesiva se ubica en el centro del problema, pero… ¿qué es la ansiedad? En 1980, Charles Spielberger definió la ansiedad como una reacción emocional desagradable producida por un estímulo externo, considerado por el individuo como amenazador, y que produce cambios fisiológicos y conductuales en el sujeto.

El término ansiedad deriva del inglés anxiety. En el Standard college dictionary de Funk & Wagnalls, edición 1963, aparece definido como un “estado emocional tenso”. Por su parte, Aaron Beck, Gary Emery y Ruth Greenberg, en su obra ya clásica, Trastornos de ansiedad y fobias, aportan que está “a menudo marcado por síntomas físicos tales como tensión, temblor, sudor, palpitaciones y aumento de pulsaciones” Existe anticipación negativa frente a la incertidumbre que genera la situación y se desarrolla, entonces, una respuesta de temor.

Debemos diferenciar la ansiedad normal de la patológica. La normal es la que todos tenemos ante cualquier situación importante, que nos lleva a estar más activos física y mentalmente, y preparados para responder. La ansiedad patológica o disfuncional aparece de forma continua y desproporcionada, y genera conductas y pensamientos desadaptativos.

Las manifestaciones de la ansiedad se presentan en tres áreas, como postuló Peter Lang en 1968: fisiológica, conductual y cognitiva.

1. Las reacciones fisiológicas suelen incluir taquicardia, sensación de opresión en el pecho, tensión muscular, falta de aire, náuseas, sequedad en la boca o sudoración, temblor, etc.

2. A nivel cognitivo irrumpen pensamientos negativos catastróficos que llevan a tener dificultades para tomar decisiones, leer y entender las preguntas, organizar los pensamientos o recordar palabras o conceptos. También es posible experimentar un bloqueo mental (“quedarse en blanco”, “tener una laguna”), que impide la posibilidad de articular conocimientos o recordar las respuestas adecuadas a pesar de conocerlas.

3. Por último, las reacciones conductuales se expresan generalmente como evitaciones tanto francas como sutiles, que pueden conducir a retrasarse en la carrera, postergar crónicamente rendir los finales, lidiar con pedidos de prórroga ante el vencimiento de la regularidad de las materias. Estas sensaciones de aprehensión, inquietud, enojo e impotencia los convencen de su incapacidad para llevar adelante los exámenes, y ponen en marcha un ciclo de retroalimentación que mantiene las conductas y creencias negativas que las generan.

Por lo tanto, la ansiedad ante los exámenes constituye un grave problema no solo por el elevado porcentaje de estudiantes que la padecen, sino porque también ejerce un efecto francamente negativo sobre el rendimiento. Muchos alumnos que sufren fracasos académicos no exhiben problemas relacionados con el aprendizaje o con su capacidad intelectual sino con los niveles extremos de ansiedad que presentan ante los exámenes. La ansiedad ante un examen se puede incrementar frente a situaciones extremas o amenazantes (por ejemplo, “¡de este examen depende tu futuro!”, o “si reprobás vas a tener que recursar”) y/o debido a la presión que genera disponer de escaso tiempo para prepararlo o resolverlo, o bien cuando la tarea es compleja y requiere de un alto nivel de concentración.

Estos factores suelen llevar a que muchos estudiantes recursen asignaturas dado que se han vencido las regularidades por no haber rendido los finales en tiempo y forma. Esto suele provocar atrasos en la carrera, y hacer que algunos la abandonen convencidos de su incapacidad para enfrentar el problema y muchas veces, incluso, persuadidos de su falta de inteligencia.

 

¿Cuánto afecta a los estudiantes?

Autores como Amalia Escalona y Juan José Miguel-Tobal han estimado que entre el 15 y el 25 % de los estudiantes primarios y secundarios lo padece, mientras que los expertos P. Rosario y colaboradores destacan que la frecuencia es mayor en mujeres que en varones, y que sería una de las principales razones del fracaso en los exámenes en estudiantes universitarios.

Según un estudio llevado a cabo en 2008 por miembros del Laboratorio de Investigación Educativa de la Universidad de La Matanza, el 40 % de los estudiantes universitarios sufre temor al enfrentar una prueba o evaluación. De este porcentaje, un 50 % adujo además que fue la principal causa de desaprobación de las materias. A su vez, esta población resulta especialmente afectada, dado que sus actividades académicas habituales, como la participación en clases, la presentación de trabajos o la intervención en congresos, demandan con frecuencia el desafío de enfrentar a una audiencia.

 

¿Cómo resolver el problema?

Más allá de la incidencia de cada uno de estos factores, las situaciones estresantes no significan lo mismo para todas las personas, ya que varían las formas de percibirlas y afrontarlas. La ansiedad no es provocada por los sucesos sino por su interpretación subjetiva. Por tanto, los exámenes no provocan la ansiedad sino cómo se interpreta subjetivamente el hecho de ser evaluados o examinados.

Por ello resulta necesario, primero, atender y difundir este problema para fomentar actividades que favorezcan la toma de conciencia, ya que muchos creen que es poco frecuente, que les sucede solo a ellos. Reconocer el problema constituye, entonces, el primer paso hacia un cambio que permita desarrollar recursos para afrontar adecuadamente la situación.

El objetivo será lograr una valoración menos amenazante de la situación de examen, así como una mayor valoración de los recursos personales, aprender y aplicar una metodología saludable de estudio, llevar adelante un entrenamiento en estrategias de relajación, desarrollar las habilidades sociales que se encuentren deficitarias (si ese fuese parte del problema), y discriminar si el problema obedece a factores de índole psicológico. Si ese fuera el caso, solicitar ayuda profesional será lo más adecuado. La idea es que el alumno logre aceptar cierto nivel de incertidumbre respecto a la evaluación, tolere niveles lógicos de ansiedad antes de un examen y evalúe su motivación para estudiar.

 

Lic. Manuel Tomé

Psicólogo clínico, vicepresidente de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad (AATA)

 

Referencias

Beck A., Emery G., Greenberg R. Trastornos de ansiedad y fobias. Una perspectiva cognitiva. Biblioteca de Psicología Desclée De Brouwer, 1985

Escalona, A. y Miguel-Tobal, J. J. La ansiedad ante los exámenes: evolución histórica y aportaciones prácticas para su tratamiento. Ansiedad y Estrés, 2/3 (2), 195-209, 1996.

 

 

Categoria: 
Actualidad
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