En la Argentina, el conocimiento de la presencia natural de arsénico en el agua de consumo humano, producto de la actividad volcánica y termal en la cordillera de los Andes, tiene más de 100 años. Afecta a unos 4.000.000 de argentinos y provoca numerosos trastornos y patologías, algunos incluso muy graves. Sin embargo, sigue siendo un grave problema sanitario sin remediar. Y, aunque resulte paradójico, los organismos oficiales no disponen de un mapa nacional completo de los niveles de arsénico en las aguas de consumo humano.


