• Un grupo de investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica estudia cómo hacen las células para regular el agua que ingresa en ellas. Las membranas poseen proteínas llamadas acuaporinas, que forman parte de una familia encargada de estos pasajes. Las acuaporinas fueron estudiadas por primera vez hace sólo veinte años, y todavía tienen mucho por enseñarnos. Conocer cómo funcionan, a su vez, permite una gran cantidad de aplicaciones y abre nuevos campos de estudio.

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  • Investigaciones de la cátedra de Fisicoquímica aportan información novedosa sobre el metabolismo del hierro y el grado de estrés oxidativo que los moluscos de ambientes antárticos enfrentan en una época de cambios constantes y desafiantes. Estos estudios dimensionan los posibles cambios metabólicos de fertilizar con hierro las aguas antárticas para incrementar la productividad oceánica, tal como ha sido propuesto –y aun ensayado— por algunos programas internacionales. Es fundamental considerar los efectos que pueden causar a los integrantes de la comunidad marina y actuar en consecuencia.

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  • Disponer de alimentos mejorados, vegetales y animales resistentes a plagas o enfermedades, obtener nuevas generaciones de medicamentos más eficaces y económicos, comprender más profundamente enfermedades que hasta hoy son arcanos, generar en el futuro órganos para trasplantes y hasta lograr, rápidamente, un antídoto contra una epidemia global de aparición sorpresiva. Algunos de estos objetivos constituyen hoy logros efectivos, y muchos de los otros ya no son producto de afiebrados guionistas de películas futuristas de ciencia ficción. Detrás de todo ello está la biotecnología moderna.

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  • La caída del cabello ha atormentado a los humanos al parecer desde siempre. Es que la disposición de cabello en el varón ha sido valorada, desde los mitos, leyendas y creencias, como el epítome de la virilidad, la masculinidad y hasta la fortaleza, si no baste mencionar la leyenda de “Sansón y Dalila”.

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  • Primera entrega

    A lo largo de los años y ya desde pequeños se nos ha inculcado que las prácticas populares y milenarias de quienes ancestralmente poblaban el continente americano era pura superchería y que debían ser desechadas. En ese sentido aquel conocimiento no sólo fue estigmatizado sino también menospreciado, siendo el saber occidental el único conocimiento válido. Sin embargo, la supervivencia de esas prácticas culturales, incluso a costo de la vida de muchas personas que supieron defenderlas, ha permitido que hoy podamos tener una mirada respetuosa desde la ciencia, entendiendo que también esos conocimientos son igualmente válidos y valiosos como lo son los occidentales.

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